Dejar pasar un tiempo para tener una perspectiva más amplia de lo sucedido es la mejor manera de conseguir una visión realista. Cuando pienso en mi viaje ahora, pasado un tiempo considerable, hay una serie de imágenes, recuerdos e ideas que acuden a mi mente en primer lugar. Sin duda, por inesperada y no planeada, la ruta y los días pedaleando después de visitar San Francisco son ideas dulces, un regalo que no esperaba y que paladeé lentamente. Un tiempo que me hizo disfrutar de una manera muy especial.
Abandonar San Francisco hacia el sur significa subir y bajar cuestas, por esa manía que tiene esta ciudad de no quedarse conforme. Como ocurre con otras grandes ciudades, San Francisco ha acabado fagocitando a sus minúsculas vecinas, como Daly City, de manera que parecen una sola. Cuando se acabaron los grandes barrios residenciales, empezaron las playas que popularmente se ajustan a la definición de playa californiana: arena dorada, sol y aguas preciosas. Se suceden poblaciones más pequeñas, como Pacífica o El Granada, hasta llegar al punto final de mi jornada aquel día: el camping Francis Beach en Half Moon Bay, en el condado de San Mateo.
Por el camino, algunas curiosidades, como Pacífica, una ciudad con mucho color, y el jardín en homenaje a los fallecidos en el 11-S: Mooney´s Liberty Garden, un paseo floral con una gran bandera del país elaborada con los nombres de los caídos aquel día. En el mirador de Moss Beach, un par de jóvenes me pidieron que les hiciera una foto y su acento era delator. Allí, en la costa oeste de Estados Unidos, nos juntamos tres jienenses y os prometo que la situación me olía a aceite de oliva. Se encontraban en plena luna de miel en California y Las Vegas, tan felices como se puede ser. Toma, Juan Eslava Galán, un argumento sobre jienenses para tu próxima novela.
El camping de Francis Beach fue el único en el que me aconsejaron encarecidamente asegurar la bici por la noche, aunque el peligro más feroz no eran los ladrones de bicicletas, como pude comprobar a la mañana siguiente. En el campamento coincidimos un buen puñado de ciclistas. Había un chico de la parte francófona de Canadá que llevaba varios meses viajando y aprendiendo inglés. Una pareja formada por un colombiano y una francesa, que llevaban recorrido medio mundo de manera muy enriquecedora. Después había un grupo de ciclistas que acamparon en una zona más alejada. Finalmente, estaba un chico de Colorado que gentilmente cedió el título para esta entrada. No recuerdo su nombre, en realidad no se si lo llegué a conocer, porque desde que abrió el pico fui consciente de que no seríamos amigos. Era una persona que sobredimensionaba todo lo que salía de su boca. Venía de Alaska, un viaje muy interesante, pero lo relataba demasiado dramáticamente. Así que le escuché lo mínimo antes de desaparecer de su lado. Lo que ocurre es que tanta vanidad tiene su premio.
Durante la noche no nos robaron la bici, pero si hubo ladrones en la zona. Mapaches, chorizos nocturnos con antifaz que exploraron el camping en busca de comida. Adivinad quién no había tenido la precaución de guardar sus alimento en la caja de comida del camping... Así que los pequeños ladrones robaron la bolsa de provisiones al vanidoso, sin preguntas ni señales.
A la mañana siguiente, el chico de Colorado se levantó muy nervioso cuando se dio cuenta del delito. Vino a preguntarme por mi comida y me contó lo sucedido. Le pregunté si no había protegido sus víveres en la caja de comida del camping, y me contestó con un sencillo "No". "Y entonces, ¿qué esperabas que sucediera?", le pregunté mientras él se dedicaba a poetizar contra sus enemigos "Motherfuckers! Fucking raccoons!" El tipo no había guardado la comida en las cajas de ningún campamento durante los cuatro meses que llevaba viajando, ni siquiera en Alaska. Tenía suerte de conservar intactas las dos pelotas que la vida le había otorgado, porque en las tierras hostiles del norte el olor a comida puede atraer otro tipo de bicho, como osos pardos o grandes felinos.
Esta es la moraleja de aquella noche en el camping de Half Moon Bay: no seáis gilipollas y utilizad las cajas de comida de los campings, y si la incapacidad de reconocer vuestra propia inutilidad os impide reconocer la culpa, podéis gritar con despecho y desesperación "Fakin racuns!"