No se si debería escribir entradas correspondientes a las grandes ciudades que visité. Si yo fuese un blogger de los buenos, de los que quieren hacerse famosete o de los que realmente se preocupan de ser leídos, lo haría. Pero no lo soy, mi intención no es ser leído, ni ser famosete, ni ser de los buenos ni siquiera ser blogger. Me conformo con vomitar lo que tengo dentro y un blog es una manera económica de hacerlo. Además, permite a la gente ignorarte sin necesidad de postureo, simplemente no abren el blog y listo. Hacen bien, más leer a Alejandro Dumas y a Haruki Murakami y menos a mi, hay que seleccionar lo bueno.
Precisamente a esas alturas del viaje había finalizado "El conde de Montecristo", que tanto me ayudó a matar los incontables minutos en la soledad de los campamentos. Lo hice en algún momento entre la noche que dormí en Samuel P Taylor State Park y la siguiente, pernoctando a las puertas de San Francisco con música cánida. Con la pena de despedirme de Edmundo Dantés, crucé el Golden Gate en una mañana soleada.
San Francisco mola. Es decir, sinceramente es una ciudad muy interesante y además está muy de moda decir que has estado y disfrutado allí, porque es una ciudad cool. Lo es, repleta de vagabundos y drogadictos, pero a pesar de eso lo es. Pasé cuatro noches en esta ciudad, la primera lo hice en un albergue que poseía el atractivo de tener el mercado de la droga en la misma puerta, todo de primera mano y fresquísimo. Estaba a diez minutos del centro, así que no penséis que me encontraba en un suburbio alejado del corazón de la urbe. No, droga por todos lados.
Pero tengo que ser justo. A pesar de ese ambiente narcótico, yo nunca tuve sensación de peligro. Siempre había policía circulando, policía de los de verdad, de los que parecen strippers y sabes que te pueden poner las esposas en cuanto digas una palabra de más (me refiero a los policías, no a los strippers, aunque seguro que un stripper también te pone las esposas con facilidad).
Visité lo típico en San Francisco: Lombard Street, las catedrales, el puerto, la prisión de Alcatraz, la zona del presidio, el Golden Gate Park, el jardín botánico... y muchas más cosas que no recuerdo porque estuve tres días pateando una vez que había hecho la colada en una lavandería de esas que funcionan con monedas.
No voy a describir detalladamente cada lugar que visité, pero voy a incidir en un par de cosas. Primera, recomiendo mucho visitar Alcatraz. Es relativamente caro (yo creo que pagué unos 35 dólares), tienes que reservar por anticipado, si vas en verano tienes que hacer cola mientras te mueres de calor y hacer el recorrido en barco. Pero merece la pena. A mi me pareció escalofriante, tanto el sitio como las historias de los prisioneros que por allí pasaron, porque Alcatraz era una prisión de máxima seguridad y sus inquilinos no estaban allí por robar calabazas precisamente. Sus curriculums contenían mucha sangre y poca moral. La visita me dejó sensaciones que duraron mucho tiempo.
La segunda es la comida. Puedes bucear en internet y encontrar cientos de locales de moda en San Francisco, en general se come bien. Pero yo me alimenté básicamente de comida mexicana y china. Los burritos y tacos de San Francisco están buenísimos, no fuí capaz de encontrarlos iguales a partir de entonces, ni en Santa Cruz, ni en San Luis Obispo, ni en Los Ángeles. En ningún sitio. En mi primera noche fuí a un local de comida mexicana. Cuando pregunté por las opciones, el cocinero me dijo que tenían carne al pastor. Ni idea de lo que era, así que le pregunté. "Chancho", me respondió. "Lo qué????" "Chancho!". Ni idea de lo que era el chancho, hasta que un angelito de 120 kilos gritó desde lo más alejado del local "chancho es cerdo, compadre!" Más mexicano imposible, ni estando en Tijuana. Aquel cocinero terminó su turno y acabamos cenando juntos. Me contó que llegó a San Francisco por la vía "no legal del todo", pero que ya se había asentado y no tenía intención de volver a cruzar la frontera a pesar de que era una ciudad muy cara. El burrito estaba de muerte.
Respecto a la comida china, principalmente fuí a Chinatown a consumirla. Se dice que Chinatown en San Francisco es la mayor del mundo fuera de china. Es enorme, de verdad, muy bulliciosa y llamativa. Comer allí es un placer pero también un ejercicio de imaginación y riesgo. Hay locales en los que no hablan inglés, solo chino, así que puedes comprar un enorme plato de noodles o arroz con tres ingredientes que eliges por su aspecto y no porque sepas lo que son, por 6 dólares. Esas cosas, sean lo que sean, están ricas y no me han matado, o quizás lo están haciendo lentamente pero por ahora aquí sigo, aporreando el teclado.
La penúltima noche en San Fancisco tenía que decidir qué hacer. No sabía si coger un avión de regreso a casa, un tren para visitar otro lugar o seguir con la bici. Fuí a un ordenador, chequeé el mapa de California y decidí seguir pedaleando hasta San Luis Obispo, 270 millas (435 kilómetros) al sur. Fue mi mejor gran decisión durante el viaje.