29 Apr
29Apr

La nueva rueda trasera de mi bicicleta lucía resplandeciente, gracias sobre todo al espectacular sol que reinaba el día. La obligada jornada de descanso extra en el camping de Sunset Bay me llenó de energía para afrontar las siguientes 41 millas (66 kilómetros aproximadamente). El ánimo continuó intacto a pesar del fatigoso tramo inicial a través de Seven Devils Road. Siete diablos me parecieron pocos para lo que me hicieron sudar tan temprano. Una vez sobrepasada esta colina y la sucesiva bajada, el camino fue muy llano hasta el destino final, Floras Lake, pero cargado de anécdotas.

La primera localidad que crucé era realmente bonita. Se llama Bandon, un pueblecito pesquero con muchos pequeños detalles que le hacen especial. El paseo marítimo estaba engalanado por obras de arte confeccionadas por artistas locales. También había varias esculturas realizadas con objetos plásticos rescatados del Pacífico. Todo esta parafernalia daba carácter al entorno. Entre tanto arte y tantos pescadores se me acercó un señor mayor con gorra, andares cansados y muchas vacantes en la dentadura. Se interesó por la bicicleta y el viaje, hasta que se dio cuenta de mi hispanidad y comenzó a hablar en español. Me refiero a que se puso a hablar castellano gritando, que es como solemos hacerlo los españoles. Era un veterano. Estuvo en la marina estadounidense navegando por el mundo hasta que quedó atrapado por el amor en Sevilla. Vivió en la ciudad andaluza hasta su jubilación, cuando cesó su actividad laboral y también su actividad matrimonial. Sin esposa, decidió regresar a Estados Unidos a vivir la última etapa de la vida pescando cangrejos en Oregón. El señor se vino arriba y comenzó a soltar un discurso tremendo a voz en grito que me provocó un desasosiego enorme: "yo soy originario de la República de Texas, un país invadido por el país más terrorista del mundo, los Estados Unidos, que tienen como presidente al peor terrorista de la historia".  Después me pidió disculpas por tener a Donald Trump como presidente y se marchó a la búsqueda del cangrejo, no sin antes explicarme que los cangrejos en Bandon son muy abundantes, pero más pequeños que los de zonas más al norte.

Después llegué a la localidad de Langlois. El cartel de entrada del municipio señala que Langlois cuenta con menos de 200 habitantes, pero también que se trata de una población "mundialmente famosa". Cuando uno la cruza se pregunta qué tiene de especial, qué la hace tan famosa. Era día de mercado. Cinco o seis tenderetes con productos locales, marca Langlois, seguro que has escuchado hablar de ella. Poco después tuve una conversación con un tipo natural del Langlois, me explicó que lo realmente popular de allí es el queso, una especie de queso azul cremoso. Estuve varios días intentando buscar queso de Langlois en los comercios, pero debe ser tan mundialmente famoso que lo exportan todo al extranjero y para lo locales solo quedan las ganas de comerlo.

Aquella jornada finalizó entre surfistas, en el lago ventoso de Floras Lake, un lugar con una historia muy llamativa.  A principios del siglo XIX se proyectó la construcción de un canal para unir el lago Floras con el océano Pacífico. La idea convocó a miles de personas que vieron en la futura ciudad la oportunidad de prosperar. Se abrieron muchos negocios como hoteles, restaurantes, tiendas, una oficina postal, etc. El proyecto era grandioso porque Lakeport (Puerto del Lago) se convertiría en una referencia comercial. Pero los sueños se quedaron en sueños cuando los ingenieros se dieron cuenta que el lago se encontraba unos metros por encima del nivel del mar, lo que suponía que sería drenado si el canal se construía. El proyecto era inviable y fue abandonado. Lo único que queda en los alrededores de Floras Lake son un par de placas recordando este curioso capítulo de la historia de la costa oeste.

El lugar destinado a negocios prometedores lo ocupa ahora un camping para disfrute de surfistas y algún que otro despistado como yo. Las características eólicas del lugar hacen que se concentren cientos de practicantes de kite-surf y wind-surf, cuyas velas y cometas cortan el horizonte en el atardecer del lago de la ciudad fantasma. 

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