No se cuantos tipos de secuoyas existen. Los dos principales de la costa oeste de Estados Unidos son las secuoyas Redwood y las secuoyas gigantes. En realidad, las dos son gigantes, pero el distintivo color de las Redwood (rojas) han permitido hacer una distinción. En google se pueden encontrar muchas comparativas entre ambas. Básicamente las Redwood son más altas pero tienen un diámetro menor, lo que hace a las gigantes mucho más pesadas. También las gigantes vencen en el terreno de longevidad, ya que pueden vivir hasta 3200 años por "solo" 2000 de las Redwood. Dicho así parece que 2000 años sean pocos, pero imaginad todo ese tiempo viendo al Atleti perder finales de Champions... todo es relativo.
El terreno sobre el que transcurrió mi viaje era terreno Redwood. Mejor dicho, lo fue en su mayoría porque actualmente solo permanece un 5% de los bosques de secuoyas rojas originales. La masiva tala de árboles para los asentamientos de blancos europeos esquilmó la población de estos colosos, especialmente durante la fiebre del oro y tras el gran incendio de 1906 en San Francisco, cuyos efectos obligaron a un consumo masivo de madera para regenerar la ciudad. Los primeros grandes pasos para la conservación de los bosques se dieron al inicio del siglo XX. Además de Charles Kellogg, su habilidad cantora y su llamativo medio de locomoción, en 1918 se creo Save the Redwood League, una organización benéfica que todavía hoy lucha en beneficio de los bosques. Una de sus principales actividades fue la de adquirir terrenos todavía vírgenes para preservarlos de la industria maderera.
Después de pasar un día en Jedediah Smith Campground, descendí treinta y tres millas al sur para pasar dos noches en Elk Prairie, el camping en el corazón del parque estatal Redwood. Un recorrido con una colina bastante dura antes de llegar a Klamath y otra subida a la entrada del parque, al abandonar la 101 para tomar Newton B Drury Scenic Parkway. Todo fuera por ver a los gigantes.
La primera impresión del camping no fue positiva. A un cartel anunciando una plaga de piojos se sumó que la zona para ciclistas y senderistas se encontraba alejada de todo. Además de los piojos, también había una advertencia sobre la presencia de un alce macho tamaño XXL, unos animales que no buscan explicaciones porque sencillamente odian los humanos.
El primer día de los dos que allí permanecí conocí a un italiano. La primera impresión fue chocante porque era clavadito a un viejo amigo mío, así que exclamé en alto: "joder Edu, ¿que coño estás haciendo aquí?" Ni Edu ni coño, se llamaba Enrico pero le gustaba más la versión reducida, Rico. Su madre era italiana aunque del país europeo solo le habían dejado algunos genes, el nombre y un par de palabras en italiano. Viajaba por un par de semanas de norte a sur, como casi todos. Creo que no fui un buen compañero para él. Rico tenía un libro sobre la ruta ciclista del pacífico, muy popular entre los cicloturistas. Lo miré con deseo y me lo ofreció amablemente, así que desde ese momento solo viví para el libro. Necesitaba tomar apuntes sobre le ruta desde San Francisco hacia el sur, que no tenía preparada en absoluto. Rico lo entendió, pero en el fondo me sentí un mal compañero de acampada.
Durante mi segundo día en Elk Prairie me encaminé hacia una ruta senderista del parque. Ya he mencionado el pavor que sufrí durmiendo al abrigo de denso bosque en Guifford-Pinchot y próximamente contaré las amenazas de los coyotes que me acecharon a las puertas de San Francisco. A estos capítulos de vulnerabilidad voy a añadir el que me sucedió en Elk Prairie. Comencé a caminar muy temprano, dejando a la gente atrás a medida que me alejaba del camping. De repente me vi solo, rodeado de vegetación pero orientado gracias a un camino bien señalizado. En ese momento encontré un montón de mierda enorme. Cuando digo enorme me refiero a que son necesarios varios episodios diarreicos para liberar esa mole. Lo peor no era el tamaño, sino que además estaba reciente. Esto significaba que por allí rondaba algo muy grande que quizás no me quería bien, como un alce macho tamaño XXL de los que no hacen rehenes. Aceleré el paso y llegué a Big Tree, el árbol mas emblemático del parque . Allí me sentí protegido porque siempre hay gente haciendo fotos, así que por lo menos no iba a morir solo.
Quien fuera que descargase aquel montón de estiércol no tenía hambre o no estaba muy enfadado. Me permitió regresar con vida a mi tienda de campaña rodeada de piojos. Terminé el día muy tranquilamente. La jornada de descanso me vino de perlas. Por la mañana, después de recoger y empaquetar, continué mi camino hacia el sur, rodeado de la inmensa niebla que, con su humedad, permite a las secuoyas rojas alcanzar el cielo.