Esta será la última entrada del blog, salvo que sufra un ataque de inspiración salvaje o me asalte alguna idea imposible de desestimar.
Hubo algo que quedó pendiente en la entrada anterior sobre cosas que no habían tenido hueco en los textos anteriores del blog. Como he comentado en alguna ocasión, no soy una persona que coleccione números de teléfono o emails, considero que hay relaciones que duran mientras dure el contexto que las alberga. En alguna ocasión me pregunto por qué lo hago, pero me gusta finalizar las historias y no prolongarlas para evitar que agonicen lentamente. Así que de todas las personas con las que me encontré en el viaje, solo he mantenido contacto con dos de ellas.
Con Oriol, a quien conocí en San Luis Obispo, he mantenido contacto cercano durante todo este tiempo e incluso nos hemos visto en nuestras respectivas ciudades. Oriol estuvo viajando casi un año por la costa oeste desde California hasta México, y después por Florida y Cuba. Se que aprendió mucho de ese gran viaje y que pronto volverá a viajar de nuevo.
Charly sigue en California, atrapado en su duro invierno e intentando regresar a Europa. Le ayudo con lo que puedo y con lo que él me ha querido aceptar, pero sigue sin solucionar sus asuntos y ese regreso nunca llega a suceder. Desgraciadamente, Layla se perdió en el bosque en el mes de noviembre de 2019. Charly la estuvo buscando con mucho empeño durante semanas y sufrió la pérdida enormemente. Ambos sabemos que una gata de 20 años en aquellos bosques hostiles lo tiene difícil para sobrevivir. Aunque los animales (no humanos) nunca dejan de sorprendernos.
El 9 de octubre de 2018 tomé el avión de regreso de Los Ángeles a casa. El viaje me dejó enseñanzas y experiencias, todas muy positivas, que motivaron muchos cambios en mi. Así que en el siguiente viaje no seré el mismo hombre, pero esto no importa porque tampoco cruzaré el mismo río.
Os deseo que encontréis y crucéis vuestro propio Big Sur.